jueves, 1 de septiembre de 2011

El odio siempre mata, el amor nunca muere.

 Siempre viene a mí la misma escena. Me imagino que estamos los dos, solos, sentados en una roca al borde del mar. Una brisa suave que me ondea el pelo me provoca un escalofrío y entonces tú me abrazas. Las olas rompen con violencia contra las rocas situadas a nuestros pies, pero eso apenas nos importa. Me gusta mirar al horizonte, perderme en mis pensamientos mientras siento tu mano resbalar por mi espalda. Apoyo mi cabeza en tu hombro, extasiada por lo bonito del momento. Me gusta abrazarte, me gusta sentirte a mi lado, me gusta el simple hecho de estar contigo, mirarte en la distancia y sonreír. Me encanta la manera en la que tímidamente me coges de la mano al caminar... 
Me apartas de mis pensamientos cuando tu mano me acerca hacia ti. Te miro, me miras y no puedo evitar sonreír. Es tan perfecto ese momento... Acercas tus labios a los míos y me plantas un beso. Entonces me doy cuenta de que solo hay una cosa mejor que besar a alguien: besarte a ti.
No voy a mentir, ni a ti ni a nadie. Sé que probablemente nunca leas esto, pero no me importa. En este preciso instante necesito contarle a todo el mundo todo lo que significas para mí. Que estas dos semanas que he vivido a tu lado me han hecho comprender que lo vales, y mucho. Me hiciste ver que valgo mucho, y que contigo mucho más. Me has hecho quererte más de lo que pensaba. Y no me asusta pensar en el futuro, porque sé que tú seguirás a mi lado pase lo que pase. A pesar de que va a ser un invierno duro de mucho estudiar y que no nos veremos todos los días, no me importa, porque haré todo lo posible por verte aunque sea dos segundos.
En fin, que te quiero, aunque no sea capaz de decírtelo a la cara.

No hay comentarios:

Publicar un comentario