sábado, 3 de septiembre de 2011

Allí viene el sol.

El sol siempre aparece por mi ventana, iluminando mi habitación y haciendo que parezca que está en llamas. Ese encantador momento en el que me rindo a la belleza de mi cama. Qué bonito sería dormir y nunca jamás despertar. Me olvidaría de todos los problemas que me rondan constantemente en la cabeza. Podría decir adiós a las falsedades, a las paranoias, a todo en general. Y no sufrir más. No más dolor por la gente que al fin y al cabo no se preocupa por mí. No más quebraderos de cabeza.
A veces intento desconectar del mundo entero, dejar de pensar en toda esa gente que está sufriendo y llorando todos los días. Antes yo era así, antes de prometerme a mí misma que no lloraría por nadie que no lloraría por mi. Y que a partir de ese momento en el que no pude caer más bajo, prometí que me recuperaría y que sería cruel con toda aquella gente que era cruel con los demás.
Ahora no tengo miedo al futuro, no tengo miedo al pasado, no tengo miedo a la gente. Porque yo soy la única que puedo configurar mi destino, nadie más puede saber cómo me siento ni cómo debo actuar.

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