viernes, 30 de septiembre de 2011

Perdición.

 A veces siento que me hundo en este vaso de cristal. Aquí dentro cuesta mucho respirar, tanto que siento como el oxígeno se escapa de mi cuerpo lentamente, abandonándome en esta masa de agua que parece no tener salida. Pero entonces, cuando estoy casi sumergida en los brazos de la muerte, llega él y me inyecta su oxígeno en mis pulmones, haciéndome revivir una vez más. Me siento viva de nuevo, pero solitaria porque él vuelve a desaparecer. Cada segundo de mi vida es así, necesito que alguien venga y me salve de una muerte cercana que me acecha a cada momento. Soy una yonki de su aire, adicta a su droga. Intento no ser así, intento vivir por mí misma e intentar respirar de nuevo, pero ya no recuerdo cómo se hace. Y me duele tanto depender de él que vuelvo a morir, y vuelvo a resucitar. Intento dejar este cuerpo y él no me deja. No me quiere viva, pero tampoco me quiere muerta. Quiere que dependa completamente de él.
Pero, de repente, yo por fin abro los ojos y veo un día claro. Me siento pequeña y mojada en este vaso de cristal, pero por una vez no noto que me hundo, si no que soy lo suficientemente capaz de nadar hacia la superficie y ver el mundo desde otra perspectiva. Y eso es lo que hago, nado con todas mis fuerzas y me impulso hasta la superficie, desde donde observo las cosas a mi alrededor. Puedo salir de ese vaso, puedo vestirme elegantemente y maquillar ese pasado. Porque ahora me doy cuenta de que puedo sonreír a la vida y alegrarme de no depender nunca más de nadie que me haga respirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario