Como
una promesa rota que, con el tiempo, se va olvidando. Se recogen sus pedazos y
desaparece la ilusión por lo que un día fue. Así es la vida, un cúmulo de
desgracias que acaban con todos los sueños esparcidos por un suelo que el
tiempo va devorando. La felicidad no está al alcance de todos, al contrario de
lo que suelen decir. Hay gente que, directamente, nunca encontrará la felicidad
porque nunca ha llevado el camino
correcto. Y yo soy una de esas balas perdidas, de esa gente que admite que
nunca será feliz, pero que no tiene miedo de no serlo. Así soy yo, vivo la
desgracia día tras día y me acuesto cada noche deseando que sea la última.
¿Deprimente? No. Realista. Después de todo lo vivido, después de todo lo
encontrado, solo puedo desear que se acabe ya. Terminar con el dolor que me
devora las entrañas y aliviar el sufrimiento que me comprime el corazón. Ser
libre, muerta pero libre, porque de todas formas, siento que mi interior ya
está muerto.
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