sábado, 6 de octubre de 2012

Tod umarmt mich

Es el lamento que llevo dentro, es la marca de otra sonrisa derramada. Me vestí para fiestas a las que nunca iría. Me maquillé para una cita que nunca existiría. Me desnudé para aquel hombre que nunca me vería. Vivo en este sueño del que no quiero despertar, pues solo la realidad es más dolorosa que esta pesadilla. Y ahora, más que nunca, siento que no me puedo separar. Está en cada calle, en cada esquina. Vive en la mirada de la gente, en el viento que mece mi pelo lentamente. La extraño en cada beso, en cada abrazo, en cada caricia de la gente. En cada palabra de consuelo encuentro una frase de humillación. En cada frase de cariño solo puedo observar un sentimiento de profunda pena. Vivo en la eterna soledad, condenada a sentirme humillada por el resto de mis días. Cada noche es una batalla en la que se derrama sangre y lágrimas. Cada corte es un intento de acabar con mi vida de una vez y yo estoy llena de ellos. Solo tengo energía para romper a llorar, tirada en el suelo, con un vestido que alguna vez hizo sonreír a alguien, pero que ahora solo me proporciona lágrimas sin cesar. Vivo en la eterna oscuridad, esperando a que ella me lleve de una vez, me atrape en su eterno sueño y pueda por fin descansar en paz. Las horas no me dan pasado, las agujas del reloj me atraviesan el corazón mientras miro al infinito, pensando en un futuro mejor. Ojalá pueda ser cierto. Ojalá pueda ser feliz. Ojalá las cicatrices desaparezcan, como el dolor de mi cuerpo, dejando paso a una persona realmente feliz de poder vivir la vida. Pero sé que, por el momento, solo me esperan noches con la única compañía de la muerte, echándome el aliento a la cara, en este pulso que nadie sabe quién ganará...

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